Como una oasis en pleno corazón de Manhattan, este edificio emblemático convertido en un pulido oasis urbano consigue a la vez colocarte en el centro de la animada actividad y darte un refugio de tranquilidad, con un amplio spa de tres plantas, serenas suites de influencia japonesa y del sudeste asiático, y espacios diáfanos y despejados.
EL AMBIENTE
Si Nueva York a veces parece el centro del mundo, el Aman New York es el ojo del huracán. Situado en la esquina de la Quinta Avenida y la calle 57, a la vuelta de la esquina de Billionaires Row, su ubicación –el emblemático Crown Building de 1921– es uno de los mejores ejemplos de arquitectura beaux arts de la ciudad, un edificio que, hasta 1932, albergó la primera iteración del Museo de Arte Moderno y algunos de los espacios comerciales más codiciados (y caros) de la ciudad a partir de entonces. PUBLICIDAD
En su transición a convertirse en propiedad de Aman, lo más natural es que la clientela sea prácticamente la misma, solo que ahora se habrán hecho adictos a Aman, autodenominados devotos de la marca que acuden a sus propiedades dondequiera que vayan de vacaciones, ya sea Grecia o Wyoming. Se trata de un público adinerado que espera el más alto nivel en todo, desde la comida hasta el diseño y el servicio, pero que prefiere que se le dispense sin pompa, circunstancia ni ostentación.
Está claro que estos clientes, ataviados con elegantes trajes de Brunello Cucinelli y sofisticados vestidos de Prada, podrían alojarse en cualquiera de los mejores hoteles de Nueva York, pero han elegido el Aman precisamente por su hospitalidad, poco ostentosa pero profundamente lujosa.
LA HISTORIA DEL HOTEL
En los 34 años transcurridos desde que se fundó Aman y su primer establecimiento abrió sus puertas en Phuket, la marca ha llegado a representar un determinado tipo de experiencia para un determinado tipo de viajero: discreto, amplio e íntimo, con un enfoque completo del bienestar y una capacidad casi camaleónica para adaptarse al paisaje que lo rodea.
Así es Aman New York, la apertura que representa la última joya de su corona, el primer establecimiento urbano de la marca en Estados Unidos y el segundo fuera de Tailandia después de Aman Tokio (también es el establecimiento de lanzamiento del nuevo Aman Club, solo para miembros, así como la primera serie de residencias urbanas de la marca).
Y qué corona, ya que se encuentra en el emblemático Crown Building, un edificio de estilo beaux arts cuidadosamente renovado por el diseñador belga Jean-Michel Gathy de Denniston Architects.
Las burbujeantes fuentes de agua atenúan la casi omnisciencia del fuego –parece que hay una chimenea u hoguera en cada esquina–, mientras que sus espacios diáfanos, incluido el gran atrio de doble altura y la terraza exterior de 650 metros cuadrados para todas las estaciones, invocan el aire y la tierra en conjunto, gracias a la abundante vegetación (esta vegetación también hace un guiño a las raíces asiáticas de la marca, incluyendo bonsais y arces japoneses y canadienses, mientras que por toda la propiedad hay repartidos arreglos ikebana).
LAS HABITACIONES
Si cada fase de la experiencia de Aman New York parece el siguiente paso de un elaborado proceso de anidación –desde la entrada en el tranquilo vestíbulo de la planta baja, que te aísla en un instante del ritmo frenético del centro de Manhattan, hasta el ascenso casi espiritual al amplio y luminoso atrio de la planta 14–, recorrer los silenciosos pasillos de color crema del hotel y llegar a tu suite es como llegar al sancta sanctorum.
En el hotel solo hay 83 suites en total y, fieles a la filosofía Aman de ofrecer espacios amplios, todas ellas cumplen de sobra, al menos para los estándares neoyorquinos, yendo desde los 72 a los 257 metros cuadrados, con techos de casi 3 metros de altura que permiten que todo –incluido el huésped– tenga espacio de sobra para respirar. Nosotros nos alojamos en una suite premier de la novena planta, que daba a la calle 57.
Lo primero que percibimos fue el sonido, o la falta de él. Gracias a las ventanas insonorizadas a la perfección, los bocinazos y los gritos de la ciudad parecían estar a un millón de kilómetros de distancia. Lo segundo fue la chimenea que, en una impresionante novedad para Nueva York, equipa cada una de las 83 suites y 22 residencias del edificio. Esta aporta una calidez silenciosa al espacio, que, en consonancia con el espíritu general de diseño de Aman, es por lo demás minimalista y limpio, con materiales naturales como la piedra y la madera, y tonos avena y pizarra, crema y negro.
Muchos de los elementos reflejan una sensibilidad claramente japonesa: por ejemplo, el panel texturizado detrás de la cama, que se asemeja a un biombo shoji, y los detalles tejidos debajo que recuerdan a las tradicionales esteras de tatami, por no mencionar el delicado mural de papel washi pintado con tinta que recorre una de las paredes, inspirado en la obra maestra del siglo XV Pinos (Shōrin-zu byōbu) de Hasegawa Tōhaku.
Sin embargo, sea cual sea la sensación de calma que transmite la estética, esta se sustenta en una tecnología inteligente y sin fisuras: una tablet que controla todo, desde la iluminación hasta las persianas y la chimenea, e incluso la televisión, que desaparece discretamente en una consola cuando se apaga. No hay excesos ni distracciones en el vertiginoso Manhattan.
El dormitorio y el cuarto de baño están divididos por un conjunto de paneles pivotantes (retroiluminados y con incrustaciones de paneles de papel de arroz intrincadamente detallados) que pueden abrirse y cerrarse en distintos grados, lo que permite moderar el flujo y el movimiento entre los espacios (en concreto, se inspiran en los diseños del sur de Asia –de Bali, Indonesia y Tailandia–, donde las casas están abiertas al exterior).
En el cuarto de baño, tanto la ducha como la bañera independiente –la primera, una pequeña habitación equipada con piedra negra y múltiples cabezales de ducha, y la segunda, como una gigantesca mitad de una cáscara de huevo rota– son enormes. Por supuesto, hay toallas y albornoces Frette de gran tamaño, así como productos como un secador de pelo Dyson y pasta de dientes, maquinillas de afeitar y crema de afeitar de cortesía, así como suelo radiante en el baño.
COMIDA Y BEBIDA
Desayunamos y almorzamos en Arva, el restaurante italiano de Aman, dirigido por el chef Dario Ossolo (antiguo chef ejecutivo de Aman Venecia), y ambas comidas resultaron magníficas; los platos –un sedoso crudo de hamachi, chuletas de cordero muy tiernas en una salsa sabrosa y ligera, una tortilla a la florentina cuidadosamente doblada– ejemplifican la moderación bien estudiada del hotel.
Aunque el espacio en sí es hermoso, con mucha luz solar y un diseño limpio y con fundamento, nos habría gustado disfrutar una de esas comidas, o al menos un tentempié, en la amplia terraza del jardín. La terraza está dividida en varias zonas, casi todas conectadas entre sí. Está la zona de asientos al aire libre para Arva, y a la vuelta de la esquina, la zona de asientos abierta del vestíbulo, donde los clientes pueden sentarse y tomar una copa del Bar Lounge; al lado está el espacio exclusivo para socios. Nama también tendrá su propio espacio para comer al aire libre. Con todo ese espacio exterior tan codiciado –y raro– en el centro de la ciudad, parece una oportunidad perdida.
En el Club de Jazz subterráneo asistimos a un espectáculo nocturno, dirigido por el virtuoso músico Brian Newman (actual director de orquesta y arreglista del espectáculo de jazz y piano en la residencia de Lady Gaga en Las Vegas), y tomamos unos cuantos de los exquisitos martinis del bar.
Para la cena quisimos probar el servicio de habitaciones, todo un acierto: el carrito, con sus bandejas calefactoras cubiertas de lino blanco, llegó con más de un toque de estilo de mediados de siglo, y luego ofrecieron todo el servicio de habitaciones, un espectáculo en sí mismo: un mantel blanco extendido sobre la mesa de bistró de dos plazas, con una hamburguesa perfectamente cocinada que salió de debajo de una campana y un martini premezclado servido en un vaso frío.
El restaurante japonés Nama también se inaugurará a finales de mes. Su apertura se ha retrasado un poco, según hemos podido saber, por la encimera omakase y, en concreto, por la obtención de madera de hinoki que, según su chef japonés, con tres estrellas Michelin en el Aman de Tokio, es un requisito para una verdadera experiencia omakase.
El Jazz Club está abierto al público, e inicialmente Arva y Nama estarán en periodo de preestreno, abiertos solo a los huéspedes del hotel, a los miembros del club y a los propietarios de las residencias; el hotel tiene previsto abrir ambos en régimen de reserva para comensales externos si la disponibilidad lo permite.
EL SPA
El spa y el centro de bienestar, que se extienden por tres plantas y ocupan unos 25.000 metros cuadrados, son el corazón del Aman New York, tanto en sentido literal –ya que ocupan las plantas nueve a once– como en sentido figurado, y son quizá la máxima expresión de este oasis urbano. Se puede nadar en la magnífica piscina de 15 metros, o sentarse en una de las tumbonas junto a la piscina, que están intercaladas con chimeneas, otra combinación de fuego y agua.
También hay un salón de peluquería y manicura, y próximamente una sala de yoga y pilates. O, si te apetece, puedes dedicar medio día o un día entero a una de las dos casas de spa –una centrada en una banya de Europa del Este y la otra en un hammam marroquí– donde tú y tus amigos podréis pasar el día rotando entre masajes y tratamientos, seguidos de baños en piscinas exteriores calientes y frías en tu propia terraza privada.
Lamentablemente, no pasamos el día en ninguna de ellas, pero sí nos permitimos el tratamiento exclusivo de Nueva York, una sesión de dos horas que incluía una exfoliación de todo el cuerpo seguida de una ducha de vapor y un masaje. Por supuesto, al tratarse de un Aman, el enfoque del bienestar incluye una cuidadosa integración de metodologías orientales y occidentales: se puede optar por un lifting rápido con un tratamiento intravenoso, o adherirse a formas de tratamiento más tradicionales, como la acupuntura.
También hay varios expertos médicos, entre ellos el doctor Robert Graham, formado en Harvard, para evaluar las necesidades de los huéspedes y crear programas a corto o largo plazo para ellos. El enfoque de Graham se basa en una serie de modalidades –medicina del estilo de vida, medicina culinaria, medicina botánica, ayurveda y medicina tradicional china– y utiliza pruebas de diagnóstico (como SCANME, que proporciona una evaluación de todo el cuerpo basada en 93 parámetros, incluidos los sistemas cardiovascular, nervioso y respiratorio) para ayudar a diseñar planes médicos nutricionales e integradores. Por ahora, el spa solo está abierto a huéspedes, residentes y socios, pero con el tiempo, el público hambriento de masajes también tendrá la oportunidad de acceder.
LA ZONA
Personalmente, me encanta el centro de Manhattan, así que el hotel no tuvo que convencerme para que me acercara a este caótico y a menudo turístico barrio. Se trata de una de las zonas más clásicas e inimitablemente neoyorquinas de la ciudad, a pocas manzanas de Central Park y Grand Army Plaza, justo al lado de Billionaires Row, y en el tramo más animado de la Quinta Avenida, con suficientes tiendas de primer nivel en un radio de una manzana –Bergdorf Goodman, Chopard, Prada, Gucci, YSL, Burberry…– como para agotar las tarjetas de crédito muchas veces (sin contar las tiendas de los pisos inferiores del edificio, como Bvlgari, Ermenegildo Zegna y Piaget).
Aquí se encuentra la encrucijada definitiva de los negocios y el placer, con muchas atracciones a tu disposición. Este entramado es la personificación de la energía que da a Manhattan su especial dinamismo, y aunque no faltan propiedades ostentosas en esta zona, el Aman surge como el contrapeso ideal. Es un lugar al que uno puede retirarse después de un día de maravillosa (aunque agotadora) sobreestimulación, dejando todo en la puerta, y del que se puede partir con renovado vigor antes de cada salida.
EL SERVICIO
En consonancia con el espíritu general de Aman, el personal es discreto pero exigente, amable pero reservado. La formalidad es la norma aquí, pero no es incómoda.
ESFUERZOS ECOLÓGICOS
En la cocina es donde más claramente se ponen en juego los esfuerzos de sostenibilidad de Aman: el hotel se ha comprometido a abastecerse de ingredientes locales, desde el marisco –comprado en el mercado de pescado del Bronx– hasta las verduras, muchas de los cuales se obtienen a través de asociaciones como Grow NYC y City Harvest, que juntas representan a más de 750 agricultores y gestionan al menos 100 mercados agrícolas en la ciudad y sus alrededores.
ACCESIBILIDAD
Hay amplios ascensores en todo el hotel, que siempre están disponibles como alternativa a las escaleras entre plantas (como en el spa de tres niveles); también hay un telesilla para la piscina, que no es frecuente en muchos otros hoteles. El hotel cumple con la legislación de accesibilidad de Estados Unidos.
¿QUÉ QUEDA POR CONTAR?
De todas las cosas que podríamos haber hecho –en este hotel, o incluso en el puñado de manzanas repletas de tiendas que lo rodean–, nos gustaría haber pasado más tiempo mirando por la ventana desde el banco empotrado junto a la chimenea, o fuera en la terraza del jardín, viendo pasar la ciudad. Al fin y al cabo, ¿para qué está Nueva York si no es para soñar?
Noticia redacta por la revista Traveler